Con el compromiso del Bautismo, los primeros seglares asociados en Ekumene dedican su tiempo a su actividad profesional, su formación creciente y a la evangelización.
Crearon centros de enseñanza en los pueblos del arciprestazgo. De aquellas escuelas salieron chicos y chicas que continuaron estudios universitarios.
Animaban pequeños grupos en los que se suscitaban iniciativas de promoción cultural y económica. Por ejemplo crearon una escuela–taller de oficios artesanales, en la que se fabricaban alfombras de esparto con mucho éxito. También elaboraban material pedagógico para escuelas de infantil y primaria, principalmente en madera recortada, en el barrio de la Estrella o “Cerrico” de Albacete.
La década de los cincuenta fue un periodo de ensayos y de acercamiento al pueblo llano. Quince años antes del Concilio Vaticano II, los grupos Ekumene propusieron ya una teología de promoción amiga y una cooperación entre los pueblos. Las llamadas a sacerdotes y maestros, si bien no tuvieron el alcance soñado, sirvieron para generar la convicción de que se estaba gestando un movimiento atrevido y con futuro.
En 1953 la Iglesia reconoce oficialmente como “Pía Unión” el movimiento seglar que terminará llamándose Ekumene, con un triple objetivo: evangelizar, promocionar y compartir.