VEN Y SÍGUEME

MC 10, 17-30

El joven del evangelio sentía una inquietud en su interior. Es un joven inconformista, con muchas cualidades, que busca “algo más”. Quería vivir con más intensidad, y por eso se acercó a Jesús para preguntarle qué debía hacer.

Hoy, como a lo largo de la historia de la humanidad, el hombre tiene deseos de felicidad, de encontrar la vida verdadera.

¿Alguna vez te has preguntado hasta dónde quieres llegar con tu vida? ¿Hasta qué punto eres capaz de esforzarte por ser fiel a lo que quieres ser?

Este joven viene con buena disposición, sin embargo se siente decepcionado y se va triste. Poseía muchas riquezas y Cristo le pedía todo. Pensaba que tenía que elegir: Jesús o sus cosas, pero ya antes Jesús le había elegido con su mirada amorosa. Imaginemos lo que Jesús proyectó para su vida. Quizás hubiera sido uno de los discípulos, pero prefirió sus planes.

Cristo respeta nuestra libertad, escucha nuestros planes, nos mira con amor, nos invita finalmente a seguirlo, pero no nos fuerza en absoluto. Él espera nuestra respuesta.

En su caso la dependencia del dinero le bloqueó su proceso personal. ¿Sientes que hay algo en ti o a tu alrededor que te impide ser como quieres ser?

Ser cristiano, seguir a Jesús, exige esfuerzo, no tener dependencias. Significa sacrificio, pero también alegría y realización humana. No hay que tener miedo a lo que nos exija la vivencia auténtica de nuestro cristianismo, porque no estamos solos.

El Señor sigue pasando a lo largo del camino y no se cansa de invitar. Quiere nuestra felicidad. Le entristecen nuestras preferencias por las riquezas y apegos a los bienes materiales. Ayudemos a los demás a centrarse en Cristo, no en lo material y caduco que nos ofrece el mundo.