
Domingo
5 de Noviembre – (Mateo 23,1-12)
No son pocos los que se han alejado de la fe,
escandalizados o decepcionados por la actuación de una Iglesia que, según
ellos, no es fiel al evangelio ni actúa en coherencia con lo que predica. También Jesús criticó con fuerza a los dirigentes
religiosos: «No hacen lo que dicen». Solo que Jesús no se quedó
ahí. Siguió buscando y llamando a todos a una vida más digna y responsable ante
Dios.
A lo largo de los años, también yo he podido conocer,
incluso de cerca, actuaciones de
la Iglesia poco coherentes con el evangelio. A
veces me han escandalizado, otras me han hecho daño, casi siempre me han
llenado de pena. Hoy, sin embargo, comprendo mejor que nunca que la mediocridad
de la Iglesia no justifica la mediocridad de mi fe.
La Iglesia tendrá que cambiar mucho, pero lo
importante es que cada uno reavivemos nuestra fe, que aprendamos a creer de
manera diferente, que no vivamos
eludiendo a Dios, que sigamos con honestidad las
llamadas de la propia conciencia, que cambie nuestra manera de mirar la vida,
que descubramos lo esencial del evangelio y lo vivamos con gozo.
La Iglesia tendrá que superar sus inercias y miedos
para encarnar el evangelio en la sociedad moderna, pero cada uno hemos de
descubrir que hoy se puede
seguir a Cristo con más verdad que nunca, sin
falsos apoyos sociales y sin rutinas religiosas. Cada uno hemos de aprender a
vivir de manera más evangélica el trabajo y la fiesta, la actividad y el silencio,
sin dejarnos modelar por la sociedad, y sin perder nuestra identidad cristiana
en la frivolidad moderna.
La Iglesia tendrá que revisar a fondo su fidelidad a
Cristo, pero cada uno hemos
de verificar la calidad de nuestra adhesión a él. Cada
uno hemos de cuidar nuestra fe en el Dios revelado en Jesús. El pecado y las
miserias de la institución eclesial no me dispensan ni me quitan la
responsabilidad de nada. La decisión de abrirme a Dios o de rechazarlo es solo
mía.
La Iglesia tendrá que
despertar su confianza y liberarse de cobardías y recelos que le impiden contagiar esperanza en el mundo actual, pero cada uno
somos responsables de nuestra alegría interior. Cada uno hemos de alimentar
nuestra esperanza acudiendo a la verdadera fuente. (PAGOLA)