Domingo 29 de septiembre- (Marcos 9,38-43.45.47-48)
El evangelista Marcos describe
un episodio en el que Jesús corrige de manera contundente una actitud
equivocada de los Doce. ¿No habremos de escuchar también hoy su advertencia?
Los Doce tratan de impedir
la actividad de un hombre que «expulsa demonios», es decir, alguien dedicado a
liberar a las personas del mal que las esclaviza, devolviéndoles su libertad y
dignidad. Es un hombre preocupado por hacer el bien a la
gente. Incluso actúa «en nombre de Jesús». Pero los Doce observan algo que, a
su juicio, es muy grave: «No es de los nuestros».
Los Doce no toleran la
actividad liberadora de alguien que no está con ellos. Les parece inadmisible. Solo a través de la adhesión a su grupo ha de llevarse a cabo la
salvación que ofrece Jesús. No se fijan en el bien que hace aquel hombre. Les
preocupa que no esté con ellos.
Jesús, por el contrario, reprueba de manera rotunda la
actitud de sus discípulos. Quien desarrolla una actividad humanizadora está ya,
de alguna manera, vinculado a Jesús y a su proyecto de salvación. Sus seguidores no tienen que monopolizar la
salvación de Dios.
Los Doce quieren ejercer un
control sobre la actividad de quien no pertenece a su grupo, pues ven en él un
rival. Jesús, que solo busca el bien del ser humano, ve en
él un aliado y un amigo: «El que no está contra nosotros está a favor nuestro».
La crisis que sufre hoy la
Iglesia es una oportunidad para que recordemos que nuestra primera tarea es ser
fermento de una humanidad nueva.
Por eso no hemos de vivir recelosos, condenando
posiciones o iniciativas que no se ajustan a nuestros deseos o esquemas
religiosos. No es muy
propio de la Iglesia de Jesús estar siempre viendo enemigos por todas partes. Él nos invita más bien a alegrarnos de lo que gentes e instituciones
ajenas a la Iglesia pueden estar haciendo por un desarrollo más humano de la
vida. Son de los nuestros porque luchan por la misma causa: un ser humano más
digno de su condición de hijo de Dios.