¿QUÉ QUIERES QUE HAGA POR TI?

Mc 10, 46-52

Ante el ciego que grita pidiendo compasión, la reacción de Jesús es muy diferente a la de los discípulos. El no puede seguir su camino ignorando el sufrimiento de aquel hombre. Se detiene y hace que todo el grupo se pare.

La razón es sencilla. Lo dice Jesús de mil maneras en parábolas, exhortaciones y dichos sueltos: el centro de la mirada y del corazón de Dios son los que sufren. Por eso él los acoge y se vuelca en ellos de manera preferente. Su vida es, antes que nada, para los maltratados por la vida o por las injusticias: los condenados a vivir sin esperanza.

No hay Iglesia de Jesús sin escuchar a los que sufren. Están en nuestro camino. Los podemos encontrar en cualquier momento. A veces están muy cerca de nosotros, o a veces más lejos pidiendo  ayuda y compasión. 

La única postura cristiana es la de Jesús ante el ciego: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Esta debería ser la actitud de los cristianos ante el mundo de los que sufren: ¿Qué quieres que haga por ti?.