Eran las doce y media de la noche, acabábamos de terminar de tomar chocolate como hacemos habitualmente todos los Sábados de Gloria después de la misa en la parroquia, aunque esta vez hayamos tenido que ver la celebración de la eucaristía por televisión, me iba a subir a mi cama cuándo de repente de refilón, vi a un hombre con túnica blanca por la calle, me di cuenta por dos cosas, una porque no podíamos salir a la calle (hecho que me parecía muy extraño) y otra porque iba descalzo, cosa que me sorprendió aún más, iba corriendo y no sé porque. Me quedé muy extrañada y me fui a dormir, mi madre apagó la luz.
Mi sorpresa fue al día siguiente, cuando mi madre abrió su Facebook y vimos una noticia súper extraña, la noche anterior en la que yo vi a esa persona tan extraña, un hombre se había presentado en el hospital de la ciudad ofreciéndose a ayudar a los sanitarios, estábamos en video llamada con mi tía, ella salía de su guardia en el hospital de Villena y nos dijo que allí, también había acudido un hombre a ayudar vestido de blanco y descalzo.
Mi tía, nos contó que este hombre trabajó muchísimo ayudándoles, lo que pasó fue que él se acercó a los enfermos por COVID-19 sin mascarilla, sin guantes y sin EPI y no le pasó nada no tenía miedo a contagiarse, las demás enfermeras le intentaban explicar que no podía hacer eso sin protección, pero él, seguía haciéndolo. A cada enfermo le daba la mano y pronunciaba unas palabras de consuelo y esperanza y se notaba que le salía del corazón. Unos minutos después de que aquel hombre pronunciase esas palabras, algunos enfermos mejoraron o incluso se curaron, pero otros serenamente fallecieron. Cada vez que fallecía alguien, las enfermeras del hospital le preguntaban ¿qué estaba haciendo? Él decía que esa persona había fallecido porque Dios tenía un lugar para ella.
En el telediario del medio día, mi padre nos avisó de una noticia realmente extraña. Habían sido muchos los casos de personas mayores que habían recibido en las puertas de su casa bolsas de compras con alimentos y productos de primera necesidad. Durante la noche alguien había estado ayudando a las abuelas y a los abuelos o a gente sola en su vivienda que no podían hacer la compra porque pasaban miedo saliendo a la calle. El periodista, Matías Prats no salía de su asombro, pues habían sido muchas las personas que por la mañana se habían levantado y se habían encontrado esas bolsas en la puerta de su casa. Pero ya la bomba fue cuando Federico, el jefe de policía,
publicó en las redes sociales que, en las puertas de policía local, bomberos, protección civil y Cruz Roja, habían encontrado un montón de cajas llenas de mascarillas, guantes y muchos test de COVID-19.
Todo resultaba súper extraño, de repente todo eran buenas noticias, hasta comentaron que en muchos supermercados habían tenido la visita de un hombre extraño que había ayudado a reponer las estanterías durante esa noche.
Al día siguiente la famosa curva de contagiados había bajado como una montaña rusa y ya se hablaba del día en que íbamos a salir de casa y los niños podrían ir al colegio, porque la noticia que había hecho cambiar todo fue que un laboratorio había anunciado, por fin, el descubrimiento de una vacuna gracias a una información que les había dicho un joven y desconocido científico.
Realmente no sé a quién vi esa noche, quién fue al hospital, a las casas de los ancianos, quién cogió las manos de los enfermos, quién fue a los supermercados, quién dio la información tan importante sobre la vacuna, quién fabricó mascarillas, guantes y los test, tampoco sé si hubo muchas personas buenas esa noche, pero lo que realmente sí que tengo claro es que, el domingo de Pascua, ¡Jesús resucitó!
María Navarro Millán.
6º Primaria
Colegio Episcopal-Obra Misionera Ekumene
Almansa (Albacete)