NECESITAMOS UN PASTOR QUE NOS CONDUZCA DE NUEVO A LAS PRADERAS DE LA SERENIDAD Y DE LA PAZ DEL CORAZÓN

(Juan 10,1-10)    Domingo 30 de abril

El Buen Pastor es un líder cuya inteligencia se manifiesta en integrar desde el amor.  Se puede llegar a un liderazgo desde la pretendida fuerza del poder; es decir, de estar por encima de los demás y de pensar que se puede disponer de ellos. El líder que es un verdadero pastor entiende y sabe que está al servicio de quienes lo necesitan y lo reconocen como su guía. La postura de Jesús es la que se coloca al servicio de los demás.

¡Cuántos hay en la vida de relaciones humanas que sólo se sirven de las buenas ovejas para sacarles su lana y aprovechar su carne!  Y cuando ya no sirven a sus intereses las desechan, se olvidan de las mismas y las abandonan al desamparo, matando sus ilusiones y esperanzas y dejándolas expuestas a cualquier dificultad que puede acabar con ellas.

Jesucristo es el Buen Pastor que ama a sus ovejas y da la vida por ellas. No es un salariado al que no le importan las ovejas. Su oferta, su evangelio, sigue siendo hoy actual y fresca y sus valores no han sido aún derrotados porque son los mismos valores humanos en los que nos sostenemos y por los que vivimos y luchamos. 

 Necesitamos un ideal, un líder, un pastor que nos conduzca de nuevo a las praderas de la serenidad y de la paz del corazón.

Jesucristo trabaja en lo que nos acerca. Cuántas cosas decimos, escribimos o proyectamos que agudizan nuestras separaciones, nuestras distancias. Continuamente estamos en esas contiendas, nos atacamos, nos mordemos. La inteligencia del verdadero pastor, sabe de procesos, es paciente en el acompañamiento… Sabe que, como buen pastor, tiene que lograr que las ovejas, que le han sido confiadas, logren su plenitud de vida y vocacional.

Nuestro tiempo, este tiempo confuso y desorientado está necesitado de misericordia. Y nosotros, los creyentes, somos ahora los pastores que hemos de ofrecérsela. Necesitamos pastores según el corazón de Dios: Pastores llenos de misericordia, de compasión, de ternura, de perdón, al estilo de Jesús. No necesitamos asalariados que condenen, excluyan, acusen y dividan. Cuando alguien se empeña en dividir con sus críticas negativas e infundadas, está siendo un lobo en vez de un pastor.

La figura del Buen Pastor, que las lecturas de este domingo nos hacen descubrir, nos deja grandes tareas en la vida presente: hay que integrar, promover los acercamientos, vencer los odios que invaden nuestros corazones y que son motores profundos de divisiones; comprometámonos con el saludo de la paz que nos ofrece el resucitado.  Estamos invitados hoy más que nunca a ser promotores de unidad, constructores de puentes y caminos que nos lleven al encuentro con los otros, con todos, sin exclusión. Porque sólo uno, Cristo, es nuestro pastor y Él por su sangre nos ha devuelto la condición de hijos de Dios y de hermanos entre nosotros. (A. Fernández Barrajón)