
(Mt 26,14-27,66) Domingo 2 de abril
Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o
abstracto. Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a «humanizar la
vida», y vivir así contribuyendo a que, poco a poco, se vaya haciendo realidad
su proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia.
Esto quiere decir que los seguidores de Jesús estamos
llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia donde
hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde
hay indiferencia ante los que sufren. Y esto exige construir comunidades donde
se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus actitudes.
Seguir así a Jesús trae consigo conflictos, problemas y sufrimiento. Hay que estar dispuestos a cargar con las reacciones y resistencias de
quienes, por una razón u otra, no buscan un mundo más humano, tal como lo
quiere ese Dios encarnado en Jesús. Quieren otra cosa.
Los evangelios han conservado una llamada realista de Jesús a sus seguidores: «Si alguno quiere venir detrás de mí…
cargue sobre las espaldas su cruz y sígame». Jesús no los engaña. Si le siguen
de verdad, tendrán que compartir su destino. Terminarán como él. Esa será la
mejor prueba de que su seguimiento es fiel.
Seguir a Jesús es una tarea apasionante: es difícil
imaginar una vida más digna y noble. Pero tiene un precio. Para seguir a Jesús es importante «hacer»: hacer un mundo más justo y más humano; hacer una Iglesia más fiel a Jesús
y más coherente con el evangelio. Sin embargo, es tan importante o más
«padecer»: padecer por un mundo más digno; “padecer” por una Iglesia más
evangélica.
Al final solo queda el misterio. Pero es el misterio
de Jesús».