Mc 10, 2-16
Los fariseos y los judíos en general daban por hecho que los varones tenían derecho a separarse de sus esposas. Mientras los sabios varones discutían, las mujeres no podían ni alzar su voz para defender sus derechos. Y Jesús se indigna de esta manera tan machista de interpretar la ley. Mientras que el hombre es “sujeto de derechos”, la mujer es sólo “objeto de injusticias”.
Que Jesús no está de acuerdo con ese planteamiento, lo descubrimos en el mismo evangelio de Marcos, escrito para gente venida del paganismo. “Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”. Aquí ya “se equipara la mujer al varón”. Pero Jesús va más lejos. Si el repudio está en la Ley, es por la «dureza de corazón» de los varones y su actitud machista, pero el proyecto original de Dios no fue un matrimonio patriarcal. Dios creó al varón y a la mujer para que fueran «una sola carne». Por eso, «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».