LA EUCARISTÍA EXIGE REPARTIR Y COMPARTIR

Lc 9, 11b-17

La multiplicación de los panes es un relato que nos permite descubrir el sentido que la eucaristía tenía para los primeros cristianos como gesto de unos hermanos que saben repartir y compartir lo que poseen.

Para los primeros cristianos, la eucaristía no era solo una liturgia, sino un acto social en el que cada uno ponía sus bienes a disposición de los necesitados. Cada uno entregaba lo que poseía para «socorrer a los huérfanos y a las viudas, a los que sufrían por enfermedad o por otra causa, a los que estaban en las cárceles, a los forasteros de paso y, en una palabra, a cuantos estaban necesitados».

Durante los primeros siglos resultaba inconcebible acudir a celebrar la eucaristía sin llevar algo para ayudar a los necesitados.

La eucaristía exige repartir y compartir. Domingo tras domingo, los creyentes que nos acercamos a compartir el pan eucarístico hemos de sentirnos llamados a compartir más de verdad nuestros bienes con los necesitados.

Sería una contradicción pretender compartir como hermanos la mesa del Señor cerrando nuestro corazón a quienes en estos momentos viven la angustia de un futuro incierto. Jesús no puede bendecir nuestra mesa si cada uno nos guardamos nuestro pan y nuestros peces.