Domingo 9 de julio (Mateo 10,37-42)
Un día, Jesús sorprendió a todos dando gracias a Dios por su
éxito con la gente sencilla de Galilea y por su fracaso entre los maestros de
la ley, escribas y sacerdotes.
La gente sencilla e
ignorante, los que no tienen acceso a grandes conocimientos, los que no cuentan
en la religión del templo, se están abriendo a Dios con corazón limpio, están dispuestos a dejarse enseñar por Jesús. El Padre les está revelando
su amor a través de él. Entienden a Jesús como nadie.
Sin embargo, los «sabios y
entendidos» no entienden nada. Tienen su propia visión docta de Dios y de la
religión. Creen saberlo todo. No aprenden nada nuevo de Jesús. Su visión cerrada y su corazón endurecido les impiden abrirse a la
revelación del Padre a través de su Hijo.
Jesús termina su oración, pero sigue pensando en la
«gente sencilla». Viven oprimidos por los poderosos y no encuentran alivio en
la religión del templo. Su vida es
dura, y la doctrina que les ofrecen los «entendidos» la hacen todavía más dura
y difícil.
Jesús les hace tres llamadas:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados». Es la primera llamada. Está dirigida a todos los que sienten la religión como un peso y a los que viven agobiados por normas y doctrinas que les impiden captar la alegría de la salvación. Si se encuentran vitalmente con Jesús, experimentarán un alivio inmediato: «Yo os aliviaré».
«Cargad con mi yugo… porque es llevadero y mi carga,
ligera». Es la segunda llamada. Hay que cambiar de yugo. Abandonar el de los «sabios y entendidos»,
pues no es ligero, y cargar con el de Jesús, que hace la vida más llevadera. No porque Jesús exija menos. Exige más, pero de otra manera. Exige lo
esencial: el amor que libera y hace vivir.
«Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón».
Es la tercera llamada. Hay que aprender a cumplir la ley y vivir la religión
con su espíritu. Jesús no «complica» la vida, la hace más simple y humilde. No
oprime, ayuda a vivir de manera más digna y humana. Es un «descanso»
encontrarse con él.