ESTAMOS CONVOCADOS A LA PASCUA

(Mt 17, 1-9)  Domingo 5 de marzo

El tiempo de cuaresma es un proceso que nos conduce a Cristo resucitado. Pero no habrá Pascua para nosotros si no hay cruz, si no estamos dispuestos a poner en tensión nuestros talentos y cualidades para invertirlos en la conquista del Reino.

La transfiguración es una experiencia mística de la humanidad, representada en los tres discípulos. Estamos convocados a ver la gloria de Dios, a disfrutar de su gloria y de su grandeza, pero la vida cristiana no es sólo experiencia de transfiguración, lo es también, y mucho de cruz.

Pedro se resistía a volver a la realidad difícil y cruda de la vida y optaba por quedarse en el monte, contemplando la gloria de Jesús: ¡Qué bien se está aquí, si quieres haremos tres tiendas!  Nos cuesta mucho aceptar la cruz, más pequeña o más grande que Dios nos pone en el camino de la vida. Hasta nos rebelamos con frecuencia contra ella. ¿Por qué nos ha tocado a nosotros esta enfermedad, por qué he tenido tan mala suerte en mi matrimonio, por qué me van tan mal los asuntos económicos, por qué este mal en el mundo, por qué tiene éxito la injusticia… y así un montón de porqués que nos sitúan cara a cara con la cruz todos los días.

 Este proceso de cruz y de sufrimiento es necesario para ir creciendo en una respuesta madura y contrastada a Dios desde la fe.

 Nos quejamos con frecuencia de nuestra cruz, pero parece que no somos conscientes de que nuestra cruz es muy pequeña al lado de las cruces de muchos hombres y mujeres que viven cerca de nosotros.

No es posible caminar en la vida sin cruz. Sólo una fe madurada y probada en la oración y en la meditación es capaz de enfrentarse a la cruz de la vida con éxito. Pero la cruz no es el todo ni el final de la vida; es sólo el camino para la realización plena de nuestras esperanzas como hombres y mujeres de fe. Somos para la vida y no para la muerte. Somos para la Pascua y no para la cuaresma.

Cuaresma es tiempo de traer ante Jesús transfigurado todas nuestras cruces, nuestras preocupaciones y sufrimientos, nuestros dolores y decepciones, porque en Él podemos encontrar consuelo y sentido. (A. Fernández Barrajón)