EL REINO DE DIOS CRECE EN LO HUMILDE Y SENCILLO

(Lucas 23,35-43)

     Hoy es la fiesta de Cristo Rey. Asociamos siempre la realeza al poder, pero el poder de Jesús es la impotencia.

Hay personas que buscan el poder y hacen todo lo posible por conseguirlo y por retenerlo. El poder siempre es atractivo, pero el poder de Dios no es el de los hombres. El Reino de Jesús no es de este mundo. El Reino de Dios crece en la humildad, en la impotencia, en la fidelidad en medio de la noche. Es el Reino que trae la paz en medio de la tormenta. El poder que Jesús manifiesta no brota del miedo, sino del amor. Ese poder de Jesús se hace pleno en la cruz.

El Reino de Dios me habla de un Dios que quiere reinar en mi vida. Dios no se desentiende de mí, me quiere y acepta como soy. No es un Dios lejano e impasible. Dios camina conmigo en medio de mis pasos y muy dentro de mí. No me ama desde lejos. El Reino de Dios sucede entonces de forma misteriosa. Ocurre en la semilla que crece lentamente y bajo tierra, aunque yo no lo vea. Aparece en el amor silencioso entre dos personas, cuando se aman con un corazón sincero. Se muestra en la vida entregada en un servicio no reconocido, que no es noticia.

Creo en ese Reino que acontece donde menos lo espero. No llega con trompetas ni con gritos de júbilo, no copa las portadas de la prensa. Ocurre en el silencio del que nadie habla, en el corazón que se convierte sin que nadie sepa y en la vida de aquel que se entierra para dar vida a otros en lo oculto de su amor. Así crece un Reino invisible.

Donde está el amor, allí está Dios actuando, salvando, sanando.

El Reino se realiza en mi sí diario y sencillo, en mi entrega honda y verdadera, en mi seguimiento fiel en medio de las luces y de las sombras.  (Carlos Padilla)