«DEJARNOS BAUTIZAR POR EL ESPÍRITU DE JESÚS NO ES UN BAÑO EXTERNO»

Jn 1, 29-34

Los evangelistas se esfuerzan por diferenciar bien el bautismo de Jesús del bautismo de Juan. No hay que confundirlos.

El bautismo de Jesús no consiste en sumergir a sus seguidores en las aguas de un río, no es un baño externo, parecido al que algunos han podido conocer tal vez en las aguas del Jordán. Es un «baño interior». Jesús comunica su Espíritu para penetrar, empapar y transformar el corazón de la persona.

Por eso, dejarnos bautizar por Jesús significa acoger su Espíritu como fuente de vida nueva.

Dejarnos bautizar por él es poner verdad en nuestro cristianismo, no dejarnos engañar por falsas seguridades, recuperar una y otra vez nuestra identidad irrenunciable de seguidores de Jesús, abandonar caminos que nos desvían del evangelio.

El Espíritu de Jesús es «Espíritu de amor», capaz de liberarnos de la cobardía y del egoísmo de vivir pensando solo en nuestros intereses y nuestro bienestar. Dejarnos bautizar por él es abrirnos al amor solidario, gratuito y compasivo.

El Espíritu de Jesús es «Espíritu de conversión» a Dios. Dejarnos bautizar por El significa dejarnos transformar lentamente por El, aprender a vivir con sus criterios, sus actitudes, su corazón y su sensibilidad hacia quienes viven sufriendo.

El Espíritu de Jesús es «Espíritu de renovación». Dejarnos bautizar por El es dejarnos atraer por su novedad creadora. Él puede despertar lo mejor que hay en la Iglesia y darle un «corazón nuevo», con mayor capacidad de ser fiel al evangelio.