
Domingo 1 de octubre- (Mateo 21,28-32)
Según el relato, un padre pide a dos de sus hijos que
vayan a trabajar a su viña. El primero le responde bruscamente: «No quiero»,
pero no se olvida de la llamada del padre y termina trabajando en la viña. El
segundo reacciona con una disponibilidad admirable: «Por supuesto que voy,
señor», pero todo se queda en palabras. Nadie lo verá trabajando en la viña.
El mensaje de la parábola es claro. También los dirigentes
religiosos que escuchan a Jesús están de acuerdo. Ante Dios, lo importante no es «hablar», sino
«hacer». Para cumplir la voluntad del Padre del cielo, lo
decisivo no son las palabras, promesas y rezos, sino los hechos y la vida
cotidiana.
Lo sorprendente es la aplicación de Jesús. Sus
palabras no pueden ser más duras Solo él tenía esa libertad frente a los
dirigentes religiosos: «Os aseguro
que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del
reino de Dios».
Jesús está hablando desde su propia experiencia. Los
dirigentes religiosos han dicho «sí» a Dios. Son los primeros en hablar de él,
de su ley y de su templo. Pero, cuando Jesús los llama a «buscar el reino de
Dios y su justicia», se cierran a su mensaje y no entran por ese camino. Dicen «no» a Dios con su resistencia a Jesús.
Los recaudadores y prostitutas han dicho «no» a Dios.
Viven fuera de la ley, están excluidos del templo. Sin embargo, cuando Jesús
les ofrece la amistad de Dios, escuchan su llamada y dan pasos hacia la
conversión. Para Jesús no hay duda: el publicano Zaqueo, la prostituta que ha
regado con lágrimas sus pies y tantos otros… van por delante en «el camino del
reino de Dios».
En este camino van por delante no quienes hacen
solemnes profesiones de fe, sino los que se abren a Jesús dando pasos concretos
de conversión al proyecto del Padre.