Domingo
24 de Diciembre – (Lucas 1,26-38)
El relato de la anunciación a María es una invitación
a despertar en nosotros algunas actitudes básicas que hemos de cuidar para vivir nuestra fe de manera gozosa y confiada. Basta que recorramos el mensaje que se pone en boca del ángel.
«Alégrate». Es lo primero que María escucha de Dios, y
lo primero que hemos de escuchar también nosotros. «Alégrate»: esa es la
primera palabra de Dios a toda criatura. En estos tiempos, que a nosotros nos
parecen de incertidumbre y oscuridad, llenos de problemas y dificultades, lo primero que se nos pide es no perder la
alegría. Sin alegría, la vida se hace más difícil y dura.
«El Señor está contigo». La alegría a que se nos
invita no es un optimismo forzado
ni un autoengaño fácil. Es la alegría interior que nace en
quien se enfrenta a la vida con la convicción de que no está solo. Una alegría
que nace de la fe. Dios nos acompaña, nos defiende y busca siempre nuestro
bien. Podemos quejarnos de muchas cosas, pero nunca podremos decir que estamos
solos, pues no es verdad. Dentro de cada uno, en lo más hondo de nuestro ser,
está Dios, nuestro Salvador.
«No temas». Son muchos los miedos que pueden despertarse
en nosotros. Miedo al futuro, a la enfermedad, a la muerte. Nos da miedo
sufrir, sentirnos solos, no ser amados. Podemos sentir miedo a nuestras
contradicciones e incoherencias. El miedo es malo, hace daño. El miedo ahoga la vida, paraliza las fuerzas, nos impide caminar. Lo que
necesitamos es confianza, seguridad y luz.
«Has hallado gracia ante Dios». No solo María, también
nosotros hemos de escuchar estas palabras, pues todos vivimos y morimos sostenidos por la gracia
y el amor de Dios. La vida sigue ahí, con sus
dificultades y preocupaciones. La fe en Dios no es una receta para resolver los
problemas diarios. Pero todo es diferente cuando vivimos buscando en Dios luz y
fuerza para enfrentarnos a ellos.
En estos tiempos no siempre fáciles, ¿no necesitamos despertar en nosotros la
confianza en Dios y la alegría de sabernos acogidos por él? ¿Por qué no nos liberamos un poco de miedos y angustias
enfrentándonos a la vida desde la fe en un Dios cercano?